domingo, 30 de junio de 2024

Mi hippie loca

        Hace unos días pude volver a reunirme con alguien a quien conocí de la manera más aleatoria posible, una de las benditas serendipias que he vivido durante mi vida. Y precisamente en eso me quedé pensando el resto del día, en la gente que transita por lo largo y ancho de mi vida dejando su huella, huella que agradezco en todos y cada uno de los casos.
        Lo que viene a continuación no es un relato, es mi necesidad de querer a mi hippie loca que se llama Amistad.

Mi hippie loca

        El día que yo me muera, si algo físico quedara de mí, solo serán necesarias dos manos para llevarme a descansar a la bahía. Las manos tuyas, compañera de vida, mi loca hippie que naciste y nacerás donde, cuando y como te da la gana.
        Tú, la de las mil caras, la de los dos géneros y los que quieras añadir, la ciudadana del mundo que abre las puertas de Babel.
Tú, la de mi infancia, mi juventud, mi madurez y ojalá que mi senectud.
Tú, la del pupitre de al lado, la del camino de vuelta a casa después del partido, la del repaso antes del examen.
Tú, la repetidora en mi primera botellona, la principiante de éxitos de selectividad. Tú, la difuminada en el recuerdo que sigue expandiendo mi sonrisa.
Tú, la de mis vidas pasadas mudando siempre de piel para continuar presente. Tú, la de las cervezas después del turno, messenger hasta las tantas, recogidas al amanecer, quedadas de feria y sábados de carnaval, carcajadas para la historia, consejos en saco roto, llamadas de llantos, desahogos de arboleda.
Tú, la que mueres por la derecha para verte revivir por la izquierda.
Tú, la emigrante compañera construyendo una vida de cero, arropándonos mutuamente, marchando pero permaneciendo, aunque también a la inversa.
Tú, la que sonaba a multitud y ahora es última de Filipinas, la de mis primeras noches de juerga y sardinas de barbacoa el domingo.
Tú, salvándome del fracaso. Tú brote verde de Amsterdam, guantada sin mano de humanidad, tertulia cafetera matutina.
Tú, Santísima Trinidad de la noche que más necesitaba.
Tú, hablando mi único idioma, la que conmigo se cría y se junta, la despedida de aeropuerto y reencuentro en la pantalla.
Tú, mi anecdotario inagotable. La del mordisco al jabón, la crisis de la Patagonia, la del partido en la Rosaleda, la de las noches de vino toscano, la del palomicidio en la Caleta, la de aquella noche de Valencia, la del beso en la Alameda, la que caminaba en chanclas y a lo loco. Y más y más y más.
        Sigue acercándote por mi espalda para taparme los ojos y preguntarme quién eres. Sigue dejándome acertar aunque aún no te reconozca. Sigue maravillándome naciendo de la nada, para ayudarnos a crecer y morir de muerte natural libre de rencores.
Hippie loca, sigue dándome la vida que me has dado en todas mis edades, la buena y la mala. El día que yo me muera y me dejen en mi bahía tus manos compañeras, me hundirá en mi descanso solo el peso de la primera.
Sin llorar porque definitivamente me fuí, sonriendo por lo que definitoriamente fuimos, amigos.

jueves, 20 de junio de 2024

Lo importante es participar. Enero 2024

        Recientemente se cumplió mi primer año en un trabajo, que además de encantarme (al menos de momento), me abrió la puerta a una nueva etapa de mi vida que esperaba abrir para ya quedarme en ella por lo que supone para mí en diferentes aspectos.
Esto que aquí os muestro fue lo último que me salió escribir antes de meterme en este berenjenal del blog jeje. La escritura como válvula terapéutica de escape.

Lo importante es participar


        ¿Qué curiosa la suerte, verdad? Perdón por comenzar tan a quemarropa, pero esa fue la pregunta que me vino a la mente en estos días finales de convulsas emociones.
        Qué curiosa la suerte. Lamento contradecir a un poeta de los míos que cantó que "la suerte es un invento de alguien que quiso dejar de luchar", pero no toda la suerte puede someterse a ese juicio. Está la suerte pura y dura, la que no decide nadie. Puedes nacer en el seno de una familia tradicional de barrio de Salamanca o puedes hacerlo en Chueca. Puedes nacer a un lado de la franja de Gaza y morir sin saber todavía lo que es una bomba o puedes nacer del otro lado y no saber que están tirando bombas. Puedes nacer en un pueblo o en una ciudad. Puedes nacer blanco entre blancos o nacer de cualquier otro color del pantone humano... entre blancos. Puedes nacer en la Argentina de comienzos del XXI o de comienzos del XX. Puedes nacer hombre o mujer. Puedes sobrevivir a una mala vida y morir de viejo o puedes ser un vitalista empedernido y morir en la flor de tu vida. Nacer y morir, esa es la suerte pura y dura, la que nos viene dada. Naturaleza, destino, dioses.
        Luego está la otra suerte, la que sucede o no entre el nacer y el morir, la que a veces es indistinguible de la pura y dura, otras veces la nombramos en un gesto vano por autoengañarnos y otras más claramente consecuencia de decisiones, tuyas o de otros. 
        En este juego de muñecas rusas que es la vida, ya tengo edad para hacer recuento y me doy cuenta que la suerte no me ha ignorado, aún con grandes sacrificios, pero no lo ha hecho. Aquí, supongo, es donde puedo estar de acuerdo con aquel poeta de los míos.
Decides luchar por aprender y tienes la suerte de aprobar, pasar de curso, licenciarte, opositar. Puedes tener suerte y continuar subiendo los peldaños de la montaña que elegiste, seguir dentro de la misma muñeca rusa. O puedes no tener esa suerte, buscar otra montaña, más lejana, más solitaria, más empinada. En definitiva, sacar una muñeca rusa de la anterior.
Decides luchar para sobrevivir en la nueva montaña, hacer amigos en el camino, amigos que buscan subir su propia montaña. Puedes tener la suerte de que en lo más empinado del ascenso una mano amiga te de el empujón necesario para abrir la ruta que buscabas, tu siguiente muñeca rusa. Ilusiones así te animan a seguir luchando, te inventas el sendero, te convences, a ratos hasta lo disfrutas. La suerte, de buenas a primeras, se agota. ¿Es eso o es que dejaste de luchar?
Decides abrir una nueva ruta en tu lucha por hacer cumbre y qué curiosa es la suerte, ¿verdad? Qué curiosa es la suerte, que tras el último peñasco del año te descubre la cima así como si nada, cuando aún no la esperabas. Y te dice que disfrutes por un momento, solo un momento, de lo luchado, de tu montaña, de tu nueva muñeca rusa.
Será que al final es cierto que lo importante es participar.

martes, 4 de junio de 2024

Aprovechando la collá. Lucecita lucecita

        Aprovechando la collá, aunque con algo de retraso, que el blog amigo Sin título (claudianotienetitulo.blogspot.com) hablaba así sobre el bloqueo del escritor, aquí os dejo lo que me sugiere a mí dicho tema, lo que experimento cuando quiero escribir. Eso sí, os lo dejo a mí más puro estilo.

Lucecita, lucecita

        A tientas en la oscuridad voy dando primeros pasos. Con las manos extendidas todo el tiempo, a los lados, arriba, al frente o por el suelo. En las profundidades de esta mina la inutilidad de los ojos da galones a las manos para identificar por dónde prosigue esta galería que en algún punto acabará en la superficie, ya sea a la luz del sol o de la luna.
        Hay bifurcaciones en estos túneles que son una lotería y para llegar a acertar hay que jugarla. A la izquierda puedo avanzar cómodo por un rato... o no. Si continúo recto puedo pensar que estoy en el buen camino, pero a lo mejor se bloquea de repente y tengo que desandar lo andado. ¿si es a la derecha? Aunque sea a gatas y con paciencia resulta que después la gruta se abre, la oscuridad baja un tono, los ojos recuperan su mando y los pasos se dan solos como un paseo triunfal. Sea por donde sea hay que probar una y otra vez. Descansar cuando sea necesario y por cuanto sea necesario. No importa lo que dure la misión, la meta existe en algún lugar aunque no la pueda ver aún.
        Cuando encuentro la senda correcta o al menos esperanzadora, la oscuridad se vuelve benevolente y las luciérnagas que habitan este nivel van guiándome con su revoloteo. Hay que saber no apresurarlas para que no huyan asustadas y vuelvan a dejarme a oscuras. Con su titilante lucecita voy descubriendo las piedras preciosas que necesito hoy.
Una bandera pirata, la huella de un dragón, la lanza de un romano. O quizás las lágrimas de una viuda, la colilla del cigarrillo de un gángster, los besos de unos amores imposibilitados -que no imposibles-. 
Cuando encuentre lo que necesito para salir hoy de aquí lo sabré. Así, con el diminuto faro de la luciérnaga iré conformando mi camino de vuelta a la superficie, dejando un reguero de palabras en cada pisada.
        No podré evitar una vez más la sonrisa cuando en el quicio de la salida lea lo que un tal Lope dejó gravado con su pico de pluma:

"Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto.
Catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante."

Y mañana... mañana ya será otra historia.