domingo, 5 de mayo de 2024

Tú, el sitio más seguro del mundo.

    Hoy me mudé a mi nueva casa, la cuarta en esta ciudad, la mejor que he tenido hasta ahora. Es una casa nueva, con todo nuevo, ordenado y limpísimo, pero no es mi casa ideal. Mi casa ideal ya la tuve y ya pasó, las circunstancias obligaban. Era un lugar de paso, como lo es todo en la vida, era un hogar, como lo han sido algunas, era el sitio más seguro del mundo, como no lo ha sido ni lo será ninguna jamás. 
    Mi casa de Oropéndola lo es cada día menos, es la casa de mi familia, pero tampoco es mi casa ideal. Me pilló ya crecidito y unas vacaciones no dan para rescatar todas las sensaciones que viví en ella. Es la casa de mi familia, donde juego en el pasillo con mi sobrino, donde hago una reverencia al sofá rojo de la salita, donde comemos juntos los domingos, pero no es mi casa ideal. Yo crecí en la calle Santa Fe 32, en un tercero de la barriada de los Reyes Católicos, tan patriótica como el yugo y las flechas que recuerdan su fecha de construcción, en aquella España en color sepia. Una casa a tiro de piedra de mi colegio, con unas vistas impresionantes de la Iglesia Mayor y desde donde en las mañanas claras al despuntar el alba hasta se podían divisar las casitas blancas de Medina Sidonia. Solo con eso ya sería merecedora de ser la casa ideal de cualquier niño, pero resulta que el que habla ya es un hombre que también es hijo y que sabe que su casa ideal la perdió hace casi 34 años.     Aquella casa era mi madre. Era una casa de carne y hueso, calor y alimento, tranquilidad y descanso, amor y vida. Más que casa, yo viví en un templo, un espacio sacrosanto donde se obra un único milagro, el de la vida. Es por eso que jamás he tenido más religión que las arrugas de mi viejita del alma, ni más penitencia que su lejanía ni más misa que sus abrazos ni más peregrinación que a la hermita de su falda. Ni más infierno que repetir la historia, por eso me curo en salud antes de que sea demasiado tarde, como ya lo fue una vez. 
    Ha pasado mucho tiempo desde aquellas noches en las que te prohibía acostarte sin avisarme, en las que acosaba tu frente para desearte buenas noches, en las que reías como una niña y yo retrataba tu sonrisa para el futuro hombre que estaba por venir y por marchar. Ya sabes cómo soy, prefiero abrirme en canal a escondidas y sin avisar, y contigo nunca antes lo hice. Pero hoy me mudé a mi nueva casa, te vi de nuevo y supe que jamás volveré a tener una casa como tú, el sitio más seguro del mundo. Gracias por la vida.

jueves, 2 de mayo de 2024

Aprovechando la collá. Viaje al centro de mis sueños

    Aprovechando la collá de que el tema del finde pasado en el blog amigo https://claudianotienetitulo.blogspot.com/ versaba sobre la fragilidad de las ilusiones, de los sueños, he preferido recuperar un viejo escrito mío antes que escribir algo nuevo. Simplemente porque lo que significa para mí encaja muy bien con la propuesta y además es una de las piezas de las que más orgulloso me siento. Espero que os guste.


Viaje al centro de mis sueños

    Son las 8.58 en mi reloj cuando la luz maternal y tajante de la mañana me despierta los sentidos. Echo la vista a un lado y desde mis alturas contemplo maravillado tras el cristal el más hermoso de los paisajes. De mi memoria van despertando las fotografías que tomé de recuerdo y que me hacen tomar conciencia de que hasta hace solo unas horas yo estaba besando más que pisando ese mundo de naturaleza indómita que ahora visto desde aquí arriba parecía adormecido como un bendito. 

    La luz baña en canela el mar en calma que se extiende alargado justo debajo de mis ojos. En la otra orilla aún es de noche y la brisa le provoca escalofríos a los campos de trigo. Sobrevuelo los volcanes gemelos y el recuerdo de la escalada hasta su cima me saca la sonrisa del que vence por buena fortuna. Al norte por la otra cara descendí sin freno directo al centro de una tormenta del revés, acelerada y latente. Exploré todo el territorio de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, de una cordillera a la otra, de un umbral del mundo al otro. Y como el mundo hacia afuera se acababa volví adentro para descubrir por mi mismo la región más viva, más inquieta y más diversa de este nuevo planeta. Revivo ahora desde aquí arriba el mismo placer contemplando cómo el amanecer dibuja en ese lienzo una obra de arte. Como no me decidía por ninguna de las dos vertientes, ataqué ambas por igual. Por la derecha la excursión me entretuvo el olfato con un perfume excitante que me guió hasta la fuente de los deseos, donde hay que proceder con los pasos tradicionales que todo turista conoce. Primero envuelves tu deseo en un susurro, luego lo sellas con un beso y por último lo arrojas dentro para que del mismo centro del planeta reverbere una respuesta. Por la izquierda hice escalada a mano desnuda para disfrutar de la textura del terreno y al final del recorrido, para volver a hacer pie, hay que coger impulso agarrándose a una enredadera. 

    Así me ví atrapado en una suerte de selva de esas con las que el viento baila un valls y la luz calla a los poetas, peinando sin descanso aquella tierra revuelta convertida en laberinto. Laberinto que se contempla tan sencillo ahora desde aquí arriba, con una amplia salida al frente para descender a la misma boca de unos infiernos donde el ángel caído más bien se hubiera suicidado. Aún es de noche en la otra cara del planeta y la luz del día se empieza a bañar en dos lagos donde ahogarse no es ninguna agonía, sino el fin de ésta. Los campos de amapolas siguen tan sonrojadamente florecientes como cuando me tumbé en ellos para secarme tras mi baño. Así al atravesarlos me lancé hacia el sur en un vuelo sin motor donde perdería el norte y aterricé en la planicie de un desierto con un pozo que jamás sacia tu sed. Y aunque el destino final estaba cerca había aún más sur por explorar y no podía desaprovechar la oportunidad en un viaje que uno nunca sabe si volverá a realizar. 

    Sigue siendo de noche en la otra cara del planeta, pero en ésta la claridad me permite ver las huellas del camino que recorrí hasta un "finis terre" rocoso. Un callejón sin salida que obliga al viajero a desandar sus pasos por la ruta del interior, de clima más cálido si cabe, con un paisaje desierto y que casi en línea recta devuelve las energías al caminante, que contempla cada vez más cerca la última estación de su viaje a este mundo de continentes profundos y patria sin bandera. El arco de la catedral se hacía más grande a cada paso, la catedral donde el peregrino rinde su ofrenda a Venus y la diosa obra su milagro. Primero recuperé el aliento en sus capillas laterales. Debía poner todos los sentidos para disfrutar de la enésima maravilla que me quedaba en este mundo. El tacto en los campos de trigo, el olfato en la fuente de los deseos, la vista buceando en los lagos, el gusto en los infiernos, el oído adicto mendigando su droga en cada esquina. 

    Si Stendhal hubiera sabido contemplar este mundo como yo lo he amado, no habría Florencia alguna que le provocara un suspiro. Si yo hubiera podido ser cuanto sueño, no habría Calderón que rimara dos verdades.

Son las 9 y un mensaje aparece en mi teléfono:

"Ey, espero que llegarás bien a casa. ¿Ya estás despierto? ¿qué haces?"

Respondo:

"Nada, solo soñaba".


final alternativo

La alarma de mi reloj me detiene, son las 9 en punto y ese mundo que fue el mío gira sobre su eje, trayendo el día también a la otra cara del planeta.

-¿Qué haces despierto?

-Nada, sólo soñaba.





viernes, 26 de abril de 2024

Aprovechando la collá. Culpables todos

     Aprovechando la collá del tema propuesto el fin de semana pasado por el blog Sin título (claudianotienetitulo.blogspot.com) , renunciar, aquí dejo lo que se me ha ocurrido a mí.

    Culpables todos

    Sigo sin entenderlo pero eso ya no importa, no me queda otra que aceptarlo. No eres ni el primero ni el último que me abandona a la francesa.
Donde quiera que sea el rincón al que te vas, espero estar a tiempo aún de que leas este mensaje.
    Siento mucho haber sido mala contigo, te juro que no soy así, que nunca he querido hacerte daño, ni a ti ni a nadie. Es que siempre me tienen ocupada con millones de cosas y joder, al menos estarás conmigo en que los demás no colaboran. Ellos también podrían haberse dado cuenta de lo mal que estabas, mandarme señales de aviso o algo. Me las hubiera arreglado para encontrar la manera de que no renunciaras.
    Oí rumores, no lo voy a negar, de que llevabas ya un tiempo apagado, como con una sonrisa a lo Mona Lisa. Échame la culpa si quieres, estoy acostumbrada después de tanto tiempo. Llevaba apartada de ti bastante tiempo, la verdad, pero como te digo, en momentos así los que dicen estar a tu lado son los que deben demostrarlo. Menos mirar para otro lado, menos comentar a terceros que estás apagado, menos pensar que esto no va conmigo ¡joder!
Ya sabes cómo es mi trabajo, hoy aquí, mañana allí. Todos lo saben, de hecho. Hubiera acabado volviendo, ojalá hubieras esperado un poco más. Con su ayuda seguro que hubiera sido así, pero claro, es más fácil para ellos ponerme ahora como la mala de la película. Recibirán la noticia con estupor y tristeza, pero pocos harán autocrítica, pocos se reprocharán no haberte preguntado qué tal estabas, pasar un rato contigo. Darte un poco de luz, vaya, si es que te veían tan apagado. Ellos fueron los primeros en renunciar a ti, ellos también podrían haberte ayudado en mi ausencia, ¿o es que tengo que estar yo en todo? ¡joder!
    Bueno, tengo que dejarlo aquí, la policía ya está bajando por el puente.
Esta carta se la dejo al barquero para que te la entregue. No es la moneda que suele cobrar, pero a mí me fía.
Siento mucho que hayas renunciado a la vida.

Con cariño, la Suerte.

miércoles, 24 de abril de 2024

Elige. Mayo 2009

    Hay síes en condicional, hay síes en afirmativo, hay síes que te cambian la vida, que la mejoran, que la empeoran. Hay síes que acaban pero te quitan lo bailao, hay síes gritados, síes susurrados, hay síes piadosamente mentirosos, hay síes deseados, suplicados, resignados. 

    Hay síes ante altares, hay síes dolorosos, síes impulsivos más tarde arrepentidos, hay síes que emocionan, que enamoran, que ilusionan, que entristecen, que fortalecen. Hay síes en la mirada, en la sonrisa, en las caricias, en los abrazos, hay síes en la palabra. 

    Hay síes jurados, hay síes demostrados una y otra vez, hay síes esperados, hay síes para tu gloria, tu infierno o ambos a la vez. 

    Hay síes que condenan al llegar, al marchar, hay síes que condenan mientras no llegan, hay síes que nunca llegarán. 

    Hay síes en la memoria de alguien pero no en la tuya, en el olvido de alguien pero no en el tuyo, hay síes sustituidos. Hay síes de verdad, síes con fe, síes dados con más fe que verdad. Hay síes más pensados que sentidos. 

    Hay síes indeseados, síes que se fueron y de nuevo vuelven, síes que no se van por más que se intente, síes que no se quedan si otr@ no quiere. 

    Hay síes sabidos, síes callados, síes acobardados, síes que engañan a todos, a algunos o ni siquiera a ti mismo. 

    Hay síes a destiempo, a tiempo, al fin y al cabo honestos. 

    Hay síes que perdonan, hay síes que distancian, hay síes que despiertan, que duermen, que no dejan despertar, que no dejan dormir. 

    Hay síes felicitados, hay síes caballeros, hay síes envidiados. Hay síes porque sí, hay síes ¿por qué no?, hay síes explicados, hay síes inexplicados. 

    Hay síes en las noches, en las botellas, en las mañanas, en la primavera, en la playa. Hay síes en las canciones, en las cartas, hay síes recibidos con la cabeza alta y con la cabeza baja. 

    Hay síes de los que huyes y te persiguen, hay síes que llamas y echan a correr. 

    Hay síes incomprendidos, hay síes no preguntados, hay síes no respondidos, hay síes no encontrados. 

    Hay síes más fuertes que un no, más fuertes que un no sé, más fuertes que tú, que yo, más débiles también. 

    Hay síes que decides, síes que deciden, hay síes que se esconden, pero síes en el fondo. Hay síes cada semana, cada verano, naturales, esforzados, que no van a ningún lado. 

    Hay síes para cada uno, hay síes correspondidos, no correspondidos, hay síes para algunos. Hay síes esperanzados, hay síes al otro lado, hay síes no valorados. 

    Hay síes necesarios, innecesarios, pacientes, complacientes, decisivos. Hay síes de paz, de guerra, de tregua, que nunca dan tregua. 

    Hay síes que se añoran aunque nunca se tuvieron, hay síes que se añoran precisamente porque nunca se tuvieron, hay síes que vivieron cerca, que murieron lejos, y viceversa.

sábado, 20 de abril de 2024

Aprovechando la collá. Encaidenao

    Aprovechando la collá de inaugurar el Juntaletras, qué mejor tema que el sentimiento de pertenencia, sintiendo que me saldrían las páginas a raudales si no fuera porque, reflexionando, me doy cuenta de que dichas páginas llevan toda mi vida saliendo.
    Nacemos en una esquirla del mundo sin ninguna opción de réplica. Pero yo a mi madre no puedo replicarle nada por parirme gaditano viniendo ella de Almería.
Llevo toda una vida enamorado de mi tierra y mi gente, algo inevitable, aunque un cuarto de dicha vida, con tendencia a convertirse en mitad, no pueda ni respirar su salitre más que de vacaciones. Sí, soy uno de tantos emigrantes a los que el sentimiento de pertenencia, ya de por sí potente, se le multiplica en un aeropuerto o en una estación de tren.
    Supongo que según la persona, según la experiencia vivida o según el lugar, ese sentimiento hacia la patria chica (en realidad la verdadera) es más o menos fuerte.
En mi caso no puedo evitarlo. He derramado versos a la vera del Arno en Florencia y del Támesis en Londres, en la mayoría de mis escritos terapéuticos hay referencias a nuestros poestas de febrero. Sé que los gaditas nos ponemos muy pesados con la misma cantinela, pero es inevitable. Y si además, como en mi caso, no te da la gana de evitarlo, pues pa que te vi a contá.
Qué le hago yo si la entonación de un pisha y un shosho en fa sostenido me da calambre en los labios. Qué le hago yo si cuando me voy a la Puntilla, los pinos y el Castillito me trasladan a los veranos más veranos. Qué le hago yo si le rezo a los dioses en los que no creo para que el Cadi se salve. ¡Qué le hago yo, Cadi!
Ay, perdón, que he perdido la compostura y no sé dónde la he puesto.
    Sentirse de un lugar es necesario, la garita donde refugiarnos cuando arrecia la tormenta. No se trata exclusivamente de un lugar geográfico sino también en el tiempo, por las emociones que nos hicieron sentir felices o al menos en paz. Es la excepción al famoso verso "allá donde fuiste feliz no debieras tratar de volver".
Yo necesito volver, perderme por sus calles y plazas, las de El Puerto y las de Cádiz. Necesito bañarme en su luz, sonreír con el acento de las marías, despertar el "age" con denominación de origen que hiberna en mí el resto del año en las bajas temperaturas del norte. Necesito oler el pescado por la plaza de abastos, el vino por las bodegas y bares, los camarones saltando en el vasito de vino como unidad de medida. Necesito contemplar la estampa de Cádiz al otro lado de la bahía, presentarle mis respetos a la piedra desnuda en la bajamar recordando a mi padre mariscando.
Son los eslabones a los que doy lustre para mantenerme "encaidenao" a la libertad de mi hogar.
Lo demás es transitar, de lo que hablo es pertenecer.