sábado, 20 de abril de 2024

Aprovechando la collá. Encaidenao

    Aprovechando la collá de inaugurar el Juntaletras, qué mejor tema que el sentimiento de pertenencia, sintiendo que me saldrían las páginas a raudales si no fuera porque, reflexionando, me doy cuenta de que dichas páginas llevan toda mi vida saliendo.
    Nacemos en una esquirla del mundo sin ninguna opción de réplica. Pero yo a mi madre no puedo replicarle nada por parirme gaditano viniendo ella de Almería.
Llevo toda una vida enamorado de mi tierra y mi gente, algo inevitable, aunque un cuarto de dicha vida, con tendencia a convertirse en mitad, no pueda ni respirar su salitre más que de vacaciones. Sí, soy uno de tantos emigrantes a los que el sentimiento de pertenencia, ya de por sí potente, se le multiplica en un aeropuerto o en una estación de tren.
    Supongo que según la persona, según la experiencia vivida o según el lugar, ese sentimiento hacia la patria chica (en realidad la verdadera) es más o menos fuerte.
En mi caso no puedo evitarlo. He derramado versos a la vera del Arno en Florencia y del Támesis en Londres, en la mayoría de mis escritos terapéuticos hay referencias a nuestros poestas de febrero. Sé que los gaditas nos ponemos muy pesados con la misma cantinela, pero es inevitable. Y si además, como en mi caso, no te da la gana de evitarlo, pues pa que te vi a contá.
Qué le hago yo si la entonación de un pisha y un shosho en fa sostenido me da calambre en los labios. Qué le hago yo si cuando me voy a la Puntilla, los pinos y el Castillito me trasladan a los veranos más veranos. Qué le hago yo si le rezo a los dioses en los que no creo para que el Cadi se salve. ¡Qué le hago yo, Cadi!
Ay, perdón, que he perdido la compostura y no sé dónde la he puesto.
    Sentirse de un lugar es necesario, la garita donde refugiarnos cuando arrecia la tormenta. No se trata exclusivamente de un lugar geográfico sino también en el tiempo, por las emociones que nos hicieron sentir felices o al menos en paz. Es la excepción al famoso verso "allá donde fuiste feliz no debieras tratar de volver".
Yo necesito volver, perderme por sus calles y plazas, las de El Puerto y las de Cádiz. Necesito bañarme en su luz, sonreír con el acento de las marías, despertar el "age" con denominación de origen que hiberna en mí el resto del año en las bajas temperaturas del norte. Necesito oler el pescado por la plaza de abastos, el vino por las bodegas y bares, los camarones saltando en el vasito de vino como unidad de medida. Necesito contemplar la estampa de Cádiz al otro lado de la bahía, presentarle mis respetos a la piedra desnuda en la bajamar recordando a mi padre mariscando.
Son los eslabones a los que doy lustre para mantenerme "encaidenao" a la libertad de mi hogar.
Lo demás es transitar, de lo que hablo es pertenecer.

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