Vuelvo, para variar, después de un tiempo, pero vuelvo con algo diferente a lo que estoy acostumbrado. Salgo de mi zona de comfort para ver cómo me sentía escribiendo en primera persona dándole voz a los personajes. Eso y que por primera vez la historia será en capítulos.
Bueno, como siempre digo, espero que os guste y gracias por leerme.
Nos veremos en la siega (I)
Con la ventanilla del coche subida hasta el tope voy mirando entusiasmado el paisaje de este lado de la carretera, que aunque solo sean colores de la tierra con matorrales y algunos árboles, es mi favorito, porque vamos al pueblo.
Estoy deseando llegar y darle un abrazo a mis abuelos y marcharme corriendo a la plaza a jugar con mis amigos que no veo desde hace un año. Y también poder respirar, que aquí dentro me muero de calor, pero papá no me deja bajar la ventanilla, que dice que fuera hace más calor todavía que dentro.
Me llamo Alfonso y tengo diez años, aunque en el próximo mes y medio aquí seré el hijo del harinao.
Me llamo Alfonso y tengo diez años, aunque en el próximo mes y medio aquí seré el hijo del harinao.
Llevo dos minutos mareando la cuchara en el poco caldo que me queda en el plato, alerta para salir escopeteada cuando mi madre me de permiso para levantarme de la mesa y correr al bar de mi tita y que nos de un poloflash de cola a mí y a mi prima, antes de que lleguen las otras para jugar toda la tarde buscando la sombra en la plaza de la iglesia.
Me llamo Mariela. Bueno, María Elena, pero prefiero Mariela que suena menos a pueblo, que ya está lleno de Marías.
Me llamo Mariela. Bueno, María Elena, pero prefiero Mariela que suena menos a pueblo, que ya está lleno de Marías.
Alfonso: ¡Pasa, pasa! ¡Aquí! ¡¿Pero dónde vas?! Perdonad chicas, el verderón, que siempre se pasa de fuerza.
"Uy, ¿Y esta quién será? ¿Vendrá de la capital como yo? ¿De quién será? Ala, tiene una camiseta de los fraggle rock, qué guay".
"Uy, ¿Y esta quién será? ¿Vendrá de la capital como yo? ¿De quién será? Ala, tiene una camiseta de los fraggle rock, qué guay".
Amigos: ¡Eeeeh harinaooo! ¡Saca ya o échala!
Mariela: Oye, ¿quién era ese? Nunca lo había visto.
Amiga: Ese, el harinao, vive en la capital y solo viene en verano, pero como tú antes lo pasabas en la finca. Es mono, ¿verdad? jijiji.
Mariela: No sé, supongo. Pero me gusta su camiseta de Naranjito jeje, es graciosa. Bueno, yo me voy antes de que me llame mi madre. Mañana quiero ir al río, ¿os apuntáis? Bueno, pues nada. Yo estaré por allí, por si al final queréis. Adiooos.
Alfonso: Hola.
Mariela: Ah, hola.
A: ¿Estás sola aquí? ¿Te molesta si me siento contigo?
M: Vale, está bien.
A: Y... ¿haces algo?
M: Sí, pensar.
A: Mmm vale. Y... ¿en qué piensas?
M: No sé, en cómo terminará el libro que me estoy leyendo, en dónde irá toda esa gente en ese avión que está pasando o de dónde vendrán. ¿Tú qué crees?
A: Yo... no sé, la verdad es que no me importa mucho. Yo prefiero mirar las plantas y pensar por qué son así o ver lo que hacen los bichos.
Era un lunes, un lunes como cualquier otro de un verano como otro cualquiera, a la vera del riachuelo que bordeaba las primeras casas a la entrada del pueblo, con un sol aún en calma y una brisa inexistente que no le plantaría cara cuando decidiera abrasar la tarde.
Era un lunes de un verano que para Alfonso y Mariela ya no sería como cualquier otro. Ni lo sería el martes, ni el miércoles, ni ningún otro día de aquellas vacaciones en las que se convertirían en inseparables, aprendiendo uno del otro, contándose cosas de la ciudad y cosas del pueblo, apoyándose mutuamente para soportar las burlas de los demás niños. Todo un bucle de complicidades infantiles que parecía no tener fin, hasta "las Fiestas de la siega".
A: ¿Pero dónde estará? Si están todas... ah mírala jaja dando la nota. ¡Eh! ¡Para, para de bailar! Tengo que contarte, ha pasado algo.
M: ¡¿Qué?! ¡No puedo oírte!
A: ¡Que tengo algo que! ¡Dame la mano, vamos fuera de la plaza! Menos mal, es imposible con esa música.
M: Pero qué dices, si es ¡Bowie! Let's dance para para parapap. Baila conmigo y quítate ya el sombrero de paja, que es la última noche.
A: Pues eso tenía que contarte, que sí que es la última noche. Nos vamos.
M: Pero si todavía quedan dos semanas para el colegio.
A: Lo sé, pero algo ha pasado en casa y mi madre ha empezado a hacer las maletas. Me he escapado para buscarte, nos marchamos ya. He escuchado a mi padre decir algo de que tiene que estar mañana temprano en el trabajo.
M: Jopé, me voy a aburrir mucho hasta septiembre. Te voy a echar de menos.
A: Y yo a ti, pero no estés triste. Seguro que no te aburres, tú siempre estás con tus libros, tus preguntas raras. Yo sí que me voy a aburrir fuera del pueblo. Supongo que ya no nos veremos hasta el verano que viene.
M: Dame tu dirección.
A: Pero si ya sabes dónde viven mis abuelos.
M: La de la ciudad tooonto. Así te podré escribir y tú a mí, si... quieres, claro. Prometo contarte cosas de las plantas y los pájaros y los insectos.
A: Pero no tengo para escribir.
M: Yo sí, toma.
A: ¿Y papel?
M: Mmmm... Trae, tu sombrero de la siega, escríbelo ahí. Te lo cuidareee tranquilo. Te lo devolveré para la próxima siega.
A: Buenos, pues... me voy.
M: A... adiós.
A: Hasta la próxima siega.
M: Sí, hasta la próxima siega.
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