miércoles, 2 de octubre de 2024

Mi juguete más preciado

 Aprovechando la collá (aunque oootra vez he vuelto a tardar) del tremendo relato En la ventana me escondo que se marcó mi amiga Claudia de Sin título , aquí traigo lo mío.
Por cierto, que se aceptan alternativas a este título, que... no se yo, no se yo.

Gracias por leerme.


Mi juguete más preciado

        "...Les rogamos guarden todo su equipaje de mano en los compartimentos superiores o debajo del asiento delantero. Por favor, durante la maniobra de despegue manténganse con el cinturón de seguridad abrochado, su mesita plegada y la ventanilla subida. Gracias por su atención y feliz vuelo."

        Cuando por fin se hace el silencio y el avión comienza su movimiento hacia la pista, en la fila 1 la abuela Sabiñe está muerta de miedo. Nació en los años treinta y el pánico a estos aparatos no es más que consecuencia del bombardeo en su Gernika natal, al que sobrevivió con tan solo cinco años. Hoy por primera vez se sube porque la boda de su nieta Iratxe, que la acompaña, así lo merece.
Lo que no sabe Sabiñe, es que la belleza que contemplará por su ventanilla durante las tres horas de vuelo le ayudarán a coser unas heridas a duras penas remendadas desde aquel maldito día. Lo que no sabe Iratxe, es que al aterrizar, su amona ya estará preparada para partir definitivamente. Esperará simplemente a que la luna de miel acabe para no arruinar la felicidad de su nieta.
        En la fila 18 a Lizzie la sonrisa y la felicidad le han secuestrado los sentidos cuando vislumbra ahí abajo las superficies africanas con las que lleva soñando desde pequeña. Por el reflejo observa la cara de enamorado de Mark, su marido, que se ha gastado tres cuartas partes de sus jóvenes ahorros para regalarle la luna de miel perfecta.
Lo que ninguno de los dos sabe, es que en el viaje de vuelta una nueva sonrisa irá con ellos mientras se gesta en el vientre de Lizzie.
        En la 11 Amadi, de quince años, mira por la ventanilla un grupo de niños jugando con una madeja de telas a la que llaman pelota, en el campo de tierra al otro lado de los límites del aeropuerto. A su lado, un representante del Ajax holandés se esfuerza por hacerle el viaje más llevadero, tras dejar atrás a toda su familia en su pequeño pueblo de Camerún.
Lo que Amadi, que significa "hombre libre", no sabe aún, es que veinte años después regresará a ese mismo campo de tierra para inaugurar una de las veinticuatro academias de fútbol que abrirá en su país, con el dinero ganado en su exitosa carrera por las mejores ligas europeas.
        Al fondo, en la 31, Natu no concibe el sueño aunque sea de noche y cruzando el charco desde Buenos Aires no pueda verse nada por su ventana. No le importa en absoluto, porque la ilusión que tiene en el cuerpo desde hace una semana le muestra escenas de los países europeos que está a punto de recorrer en la primera aventura de su joven vida.
Lo que Natu no sabe, es que en su valija de vuelta a casa, además de souvenirs, llevará el corazón de una mexicana y de un "gallego" a los que conocerá de la nada a su paso por Amsterdam y con los que formará un todo que sobreviva a los kilómetros y los años.
        En la fila 22, junto a los motores, Antonio ignora por completo la vista de su ventana. Por educación prestó atención a las instrucciones de la tripulación, pero desde que el avión despegó de suelo inglés hundió su mirada en un bloc de notas donde está llorando la repentina muerte de su padre. Cuando termina de escribir tiene miedo de ver por su ventana cómo ya se aproximan a una realidad que no quiere.
Lo que Antonio no sabe, es que la fuerza de su familia disolverá su miedo a tener que abandonar el sueño que persigue en Inglaterra desde hace unos años.
        En la 26 y la 27 un grupo de seis amigas veinteañeras inglesas se comportan como gallinas en un corral bajo el efecto de las copas de prosecco que tomaron antes de embarcar.
Lo que no saben es que regresarán solo cinco, sin maquillar, sin modelitos, en silencio, con los ojos hinchados de llorar la muerte de Jen, la que ahora mira por su ventanilla con ansias de desfasar en Mallorca tras unos años durísimos de estudios.
        Elena, canaria, en la 9, pega su cabeza al cristal para que el pasajero de al lado no la vea sollozando. Debería estar loca de ilusión y de positividad imaginando que pasa el casting para un nuevo musical en Barcelona, su destino. Sin embargo, le invade la pena porque su padre le retiró la palabra cuando decidió "arruinar su vida", en palabras de él, abandonando la carrera de administración de empresas y su futuro como directora del hotel.
        Lo que Elena no sabe es que, cuando regrese en unos meses con la dignidad entre las piernas, su padre será el primero en secar las lágrimas de su princesa en el aeropuerto.
        En la fila 15 Beatriz regresa a casa por Navidad y haciendo balance del año que ya acaba, se da cuenta de que le cuesta recordar la Beatriz que era hace tan solo unos meses. El cambio a una gran ciudad como Barcelona la aterrorizaba, pero llevaba años peleando por una oportunidad laboral así y no podía desecharla. El síndrome de la impostora ya no lo sufre más y aunque echa de menos a los suyos, sobrevuela su nuevo lugar con la autoestima tan alta como las nubes que contempla.
Lo que Bea no sabe, es que el show no ha hecho más que empezar.
        Algunas filas por detrás, en la 20, la rabia de Janice le impide soltar una lágrima ni siquiera por la frustración de dejar atrás en Venezuela toda una vida que ella sola peleó. Solo quiere recuperar la dignidad personal y emocional que otorga un trabajo a la altura de sus capacidades.
Lo que Janice no sabe, es que en mitad de las dificultades y las malas situaciones que experimentará, una mano cómplice la ayudará allá en Europa sin pedir nada a cambio. Una mano cómplice con la que un día enredará sus dedos y podrá por fin llamar hogar a ese país extraño al que vuela.
        Luc, en la 14, mira sin mirar por la ventana cada vez que trata de memorizar nuevas palabras y frases útiles en Tamil, una de las dos lenguas habladas en Sri Lanka, donde se dirige para aclarar sus ideas durante un par de semanas, después de abandonar la empresa a sus cuarenta y tres años.
Lo que no sabe Luc, es que en dos semanas, en el aeropuerto de Colombo sonará su nombre por el altavoz en la última llamada para su vuelo de regreso y él no embarcará.
        Raquel, recién jubilada, sentada en la 5, se despide de Francia tras más de media vida y suelta largos soplidos para recomponerse de la emoción del momento. Regresa a la ciudad natal de donde la desterraron sus supuestos seres queridos para disfrutar de sus últimos días en paz.
Lo que no sabe Raquel, es que
Disculpe señor.
¿Sí?  -Respondo por inercia como despertando repentinamente de una siesta profunda.
¿Su pasaporte y su billete, por favor?
Oh sí sí, disculpe. Aquí tiene.
Muchas gracias.

        Así, de buenas a primeras, me encuentro bajando las escaleras para salir al exterior y de ahí a embarcar en mi avión. Así, de la manera más simple, con mi juguete más preciado, se me ha pasado el tiempo volando (por supuesto), observando a la gente pasar en este hormiguero y creando historias, a ratos dichas, a ratos contadas. Echando al caldero sus gestos, sus miradas, su lenguaje corporal, sus lenguas, sus estados de ánimo.
Hagan la prueba. Ustedes también tienen este juguete y lo pueden disfrutar en muchas partes. Hagan la prueba.
Yo, a pesar de la interrupción de la señorita, voy a seguir jugando durante el vuelo. Tantas historias como pasajeros vea, tantos finales como pueda descifrar. Sobre todo hoy, que además me ha tocado pasillo.

...Les rogamos guarden todo su equipaje de mano en...

2 comentarios:

  1. Claudia Tevar Crespillo3 de octubre de 2024, 10:23

    ¡Ay! Qué relato tan adorable, Antonio (: Me ha encantado ir leyendo todas las historias y al final descubrir que ninguna "era verdad" jajajaja estaba engachadísima a la sucesión de personajes. Qué arte tienes, joío jajajajja

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    1. Muchas gracias 😘 Bueno, eso de que ninguna era verdad lo dices tú jijiji.

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